Al igual que le pasara a Ginebra, a muchos emprendedores se les plantea este dilema. Por una lado, estás trabajando en una gran empresa, eres funcionario o tienes una ocupación bastante estable y segura; te aporta seguridad, estabilidad salarial, pero también monotonía, ninguna proyección profesional, sientes que tus ideas caen en saco roto o bien no son suficientemente valoradas, es decir, para Ginebra lo que era Arturo.
Pero de repente aparece Lanzarote, una idea o proyecto con el que te sientes identificado, que te ilusiona, te apasiona, al que no te importaría dedicar tiempo, dinero, esfuerzo, sacrificio, o sea, por el que lo darías todo. Es como si se tratara de un salto al vacío.
Sin embargo, sientes que le debes lo que tienes y lo que eres a la empresa donde has trabajado más de 10 ó 15 años, estás sometido a una especie de chantaje emocional con alguno o alguna de tus superiores y piensas que no podrás romper con ese cordón umbilical conformado con el paso de los años.
Das pasos, investigas, preguntas, te asesoras y realizas un DAFO de lo implicaría emprender tu proyecto, y cada vez te sientes más atraído por la idea de adoptar otro rumbo profesional bien diferente. Incluso pruebas y tomas decisiones, presentas tu proyecto a inversores, premios o concursos. Una vez que has dado esos pasos y obtienes buenas sensaciones y resultados, el dilema aún es mayor. Al igual que Ginebra, que de la tentación pasó a la acción con Lanzarote.
Pero de repente, llegan nubarrones y tu entorno familiar más cercano, aquél que más te tiene que apoyar, te hace dudar: que si los ingresos familiares bajarán, que si hay que mantener tal o cual gasto, que ahora estás más tranquilo con tu actual ocupación, que trabajarás más con lo que no te veremos el pelo, que para que te complicas la vida, etc. Y llega el dilema, por un lado, la oportunidad de recobrar la ilusión profesional, las ganas por crear y aportar tus ideas y, por otro, seguir envejeciendo tu capacidad en un entorno donde no se comparten tus ideas ni tus ilusiones. ¿Qué hacer?. Ante la necesidad vital de romper el vínculo profesional, emocional y de seguridad o estabilidad de tu antigua empresa, al menos hay que intentarlo, si bien no antes de sopesar las amenazas y dificultades que se derivarían de esa decisión.
Hay que intentar poner en marcha esa idea o proyecto, recobrar la ilusión y la pasión al trabajar. Hay que lanzarse, intentarlo, medir, evaluar, probar, pero lanzarse después, porque sino acaberemos como Ginebra (en un convento al saber de la muerte de Arturo) y Lancelot (ermitaño al saber que Ginebra se fue a un convento): nos quedaremos con la sensación de la oportunidad desaprovechada, con la nostalgia de aquella ilusión y con el proyecto en un cajón de por vida.
Fotografía: The Parting of Sir Lancelot and Queen Guinevere, by Julia Margaret Cameron» por Julia Margaret Cameron – Scanned from Colin Ford’s Julia Margaret Cameron: 19th Century Photographer of Genius, ISBN 1855145065. Originally from Royal Photographic Society.. Disponible bajo la licencia Dominio público vía Wikimedia Commons.